Burbujas (cuento corto)
Burbujas
Estoy dormida. Madrugada, supongo. La verdad, ni idea qué hora es. Está oscuro. Me ha despertado un ruido. Un sonido extraño. Se me han helado las entrañas al presentir que algo está sucediendo en mi casa. Me quedo quieta, esperando que solo haya sido un sueño, o un gato, o algo que tenga una explicación lógica.
El ruido se repite, ahora más fuerte. No me ubico. ¿A qué se parece? Al sonido de las burbujas de jabón cuando se revientan, pero más fuerte. Puck, puck, puck.
¿Qué es lo que está pasando?
El sonido proviene de diferentes partes de la casa… Incluyendo mi cuarto: viene de la esquina donde está mi escritorio. Reúno el valor necesario y enciendo la luz. Quedo paralizada por la escena tan surrealista. Los libros en un estante encima de mi escritorio se están desapareciendo uno por uno, desvaneciéndose con un puck puck como si en efecto fueran burbujas de jabón.
¿¿¿Qué es esto???
Corro a la oficina donde está la biblioteca con los libros que sí me importan. Los de mi escritorio nunca han sido míos. La gran mayoría son libros de economía, finanzas o negocios. Que desaparezcan. Pero mis libros, los queridos, no pueden desaparecer. Mis libros son mi tesoro. Muchos vienen de Rusia, algunos me han acompañado desde que era niña.
Corro. Atravieso la sala.
Una vez en la biblioteca, empiezo a agarrar los libros al azar sin idea clara de qué hacer con ellos. ¿Cómo los protejo? Los tomo y los abrazo, los aprieto contra mi pecho. Los libros lloran asustados. Empiezan a recitarme sus tesoros, los que llevan adentro, para que al menos queden en mi memoria. Que no se vayan al olvido así no más.
-Había una vez una niña bella…. -llora uno.
-Los tres mosqueteros se dirigieron al canal de la Mancha -se atropella el otro con sus propias palabras.
-El bosque dorado guardaba los misterios prohibidos -me susurra el otro en agonía.
-El amor no puede morir, el amor solo se transforma -uno de ellos me grita al oído agarrándome del cuello.
-Es elemental, Watson -me receta uno de mis favoritos con la voz de Sherlock.
Lloro con ellos, los meto debajo de mi ropa, trato de ocultarlos como puedo. Pero igual se desvanecen como las burbujas de jabón.
Puck, puck, puck.
Solo me quedan las frases. No hay nada que hacer. Entonces cambio de estrategia.
Me lanzo al escritorio, tomo papel y lápiz y empiezo a escribir. Escribo todo lo que oigo, no me quiero perder nada, no puedo perder nada. No quiero defraudar a mis amigos. Algunos de ellos me han visto crecer, fueron mis compañeros de aventuras y de noches sin dormir. Los quiero.
Escribo desenfrenada. Frase tras frase al azar lo más que puedo, lo más que alcanzo.
Los primeros rayos del sol se están filtrando por la ventana de la oficina. Estoy exhausta. Tengo hojas llenas con mi letra alocada esparcidas por todo el escritorio y el piso. Los estantes donde estaban mis libros lucen vacíos. Bajo la cabeza sobre mis brazos, en total agotamiento físico y emocional. Mis sentimientos de pérdida y abandono me azotan como látigos. Lloro y no me doy cuenta cómo me voy quedando dormida sobre mis brazos.
Me despierto de golpe. Estoy en mi cama. Me quedo sentada por unos minutos sin entender. ¿Habría sido un sueño? Camino a la oficina aún medio dormida. Me asomo con cuidado. Los libreros están llenos de libros. Todos siguen allí. No se han desaparecido. Sonrío con el sentimiento de alivio de alguien que se acaba de despertar de una pesadilla.
Miro alrededor y veo una montaña de papeles encima del escritorio y por todo el suelo. Tomo la primera hoja y leo lo que está escrito con mi puño y letra. Frases. Trozos de pensamientos. Fragmentos de sabidurías. Inicios de los cuentos. Inspiraciones para mis historias. Leo con el corazón acelerado lo que está escrito y miles de ideas de historias y cuentos empiezan a flotar en mi mente.
No me puedo contener y tomo mi computadora. Empiezo a escribir. Escribo lo que mi mente me está susurrando. Sin pensar, sin juzgar, sin arreglar ni controlar. Solo escupo sobre una hoja en blanco en mi pantalla lo que está gestando mi imaginación, mi creatividad desenroscada.